Masajes en

Villa Carlos Paz vibra entre sierras y lago. A la mañana, la costanera se llena de mate, runners y bicis; a la tarde aparecen los pedaleros sobre el San Roque y las fotos en el Reloj Cucú; al caer el sol, la ciudad prende sus luces y la avenida principal se vuelve desfile de familias, artistas y carteles de teatro. El aire tiene perfume a churros y a cabrito a las brasas. Todo pasa cerca y sin complicaciones.

El lago manda la agenda. Paseos en lancha o catamarán, SUP cuando el agua está planchada, kayaks que se meten en las bahías y ese viento que a veces invita a mirar desde la orilla. El Camino de las 100 Curvas regala postales del dique y de la sierra; el puente Uruguay suma miradores y un paseo cultural que rinde para una vuelta tranquila. Si pinta altura, la aerosilla y la subida al Cerro de la Cruz dejan vistas amplias y piernas contentas.

El río San Antonio es otra escala: playitas bajas, piedras para sentarse y picnic bajo los sauces. En verano, el plan clásico es combinar río temprano y lago al atardecer. Fuera de temporada, la ciudad baja un cambio y se disfruta con abrigo, cafés largos y caminatas sin apuro. Como escapadas cercanas entran Tanti con sus cascadas, Bialet Massé, Cosquín y el resto del Valle de Punilla.

La vida cultural no descansa. Temporada de verano con cartelera fuerte en el Luxor, Holiday y salas vecinas; durante el año, shows, peñas, ferias y ciclos de música que sostienen el movimiento. La gastronomía acompaña: lomitos cordobeses que son una institución, parrillas generosas, bodegones de platos hondos, heladerías a toda hora y cafeterías donde el espresso sale perfecto después de la siesta.

Moverse es simple. Todo queda a un par de cuadras: hoteles, cabañas, supermercados, farmacias, alquiler de bicis y agencias para reservar paseos. En dos o tres días ya sabés dónde pega menos el viento, qué panadería saca las medialunas justas y en qué bar la vista al lago vale la segunda ronda.

Con tanta actividad, el cuerpo acusa recibo: cuello y trapecios después de manejar por las sierras, zona lumbar cargada por las caminatas y subidas, gemelos encendidos tras los pedales o el trote costero. Un buen masaje acomoda todo eso y mejora el sueño para encarar otra jornada de paseos.

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La idea es sencilla: sumar un rato de pausa real a tu estadía en Carlos Paz. Terminar el día con la espalda liviana, las piernas sueltas y la cabeza clara hace que el lago brille un poco más y que la próxima subida a la cruz se disfrute de verdad.